domingo, 6 de diciembre de 2015

“La silla no me impidió hacer mi vida”

Hijo de un histórico sindicalista, el diputado Jorge
 Triaca cuenta cómo a los 9 años un accidente le 
cambió la vida, pero no le impidió recibirse, casarse,
 tener hijos y llegar al Congreso
Ubicada en un coqueto barrio de San Isidro, la casa luce una cosmética moderna desplegada en amplios espacios. “Fue diseñada por mi cuñado, que es arquitecto”, cuenta su dueño, el diputado nacional del PRO Jorge Triaca. “Le pedí que esté en una planta, que tuviera la menor cantidad de desniveles, puertas amplias y muy pocos pasillos”, relata.

La charla se inicia en el living de la vivienda, un lugar confortable que alberga, entre otras joyas, un cuadro de Pérez Celis. “Me lo regaló mi mamá”, indica Jorge.
Sin necesidad de preguntas, el legislador, ubicado en las filas del macrismo, cuenta cómo fue y el cambio que significó en su vida el accidente que sufrió a los nueve años, que lo dejó sin movilidad en las piernas.

“Fue en el ‘83, en un viaje a Bariloche con mis hermanos y mi abuela. Mi viejo estaba en plena discusión gremial porque representaba a una rama de la CGT, enfrentado con Saúl Ubaldini, y mi madre se quedó en Capital, acompañándolo. Yo tenía nueve años”, explica Triaca.

-¿Cómo era tu vida hasta ese entonces, qué rol tenía la política?
-Tuvimos etapas muy complicadas. La familia sufrió atentados, amenazas, y la cárcel para mi papá en el ‘76. La política era algo cotidiano para nosotros en casa, los amigos que venían a comer con mi viejo eran gente que yo veía en televisión. Y después del accidente se profundizó más mi vínculo con la política, porque mi viejo, en el afán de protegerme, me hacía acompañarlo a todos lados.

-¿Cómo fue ese proceso?
-Se me cayeron veinte años encima. Tuve que entender un montón. Una es la propia limitación de tu cuerpo. Después, el contexto físico que te rodea, la relación con los demás, desde la mirada de pobrecito que te dan muchos hasta la necesidad de valer más allá de la silla. Es decir, lograr que te valoren o te quieran por lo que sos, por lo que pensás, y no por las características que te da tu incapacidad.

-¿Y tu familia?
-Fue difícil, porque el sufrimiento mío era un sufrimiento para mis viejos. Te ven la cara y no pueden evitar expresar la angustia que tienen, entonces, te toca demostrarles que la vida sigue.

-Y parece que lo lograste.
-Sí, pude tener la mayoría de las experiencias de cualquier chico de mi edad. Una silla no me impidió hacer las cosas que quería. Terminé el colegio, fui a la universidad, me recibí de economista, y reboté con quinientas minas hasta que pude comenzar a enganchar. Me puse de novio, un día me casé y ahora tengo dos hijas. Hice cosas que no pensé que podría hacer, como practicar algunos deportes. Igual, creo que todo tiene que ver con la decisión de querer vivir la vida, de aprovecharla al máximo, y con la actividad que hago eso se alimenta todos los días.

-¿Cómo transitaste todo eso?
-En primer lugar, hay que sacar esa idea de que todos los discapacitados que siguen su vida son una especie de Superman; te ponen en un altar que es complicado, porque no te deja lugar para sentimientos muy humanos, como la frustración, la amargura. También está el proceso de los padres: la mayoría se angustia por el futuro de sus hijos, qué hago cuando no esté presente, cómo lo ayudo. Cuando la persona con discapacidad logra integrarse, entonces ahí se descomprime el temor.

-¿Y vos cuándo observaste eso en tus padres?
-En mi viejo fue muy claro, cuando me casé, quizás porque entendió que Cecilia era una persona que me quería tanto como mi familia, que él se podía relajar en ese sentido, y mi vieja cuando vio que yo podía conseguir mi propio trabajo, que me realizaba profesionalmente.

-Todo un tema, el trabajo.
-Sí, en el ‘96, después de recibirme, fui a trabajar al ministerio de Economía. En el ministerio no había un baño adaptado, planteo el tema y me explican que la refacción tardará, por lo menos, un mes. Entonces, para poder ir a laburar, como el único baño adaptado por ahí era el del Patio Bullrich, iba todos los medios días a mear al shopping.

-¿Y en el Congreso?
-Como nunca había habido diputados con discapacidad motriz, no había rampas, ni nada. Con el accidente de Jorge Rivas y el ingreso de Gabriela Michetti, cambió todo. Por eso hubo que modificar muchas cosas, y todavía están reformando.

-¿El acceso al recinto, por ejemplo?
-Sí. Tenés el ingreso por Combate de los Pozos, con una rampa fija, y el de Rivadavia, con una movible. Subo por el ascensor común, voy a Pasos Perdidos, que es todo a nivel, y en el ingeso al recinto pusieron un elevador, y en lugar de nuestras butacas pusieron unas plataformas, en las que, con el peso de las sillas, damos el presente. En términos técnicos es lo mismo que estar en la banca.

-¿Cómo es tu relación con Michetti?
-Excelente. Le tengo mucho aprecio. A veces, como estamos juntos en la banca, hacemos bromas sobre nuestra situación.

-Ninguno de los dos integra la comisión de Discapacidad. ¿Fue adrede?
-Sí, porque nosotros tendríamos una presencia muy fuerte en la comisión, como si todo lo que dijéramos fuera lo que debería hacerse, y la verdad es que esas comisiones deben ser ámbitos de debate del conjunto; si Gabriela o yo la integramos podríamos terminar monopolizando la discusión, nos pareció mejor abordar esos temas desde el lugar de beneficiario, más que como constructores de derecho.

-Mucha actividad. ¿Cómo lo resolvés con tu familia?
-Mi mujer me conoció así, entonces, sabe que es la forma de vida que elegí; todos lo toman con naturalidad, más allá de que uno quiere tener más tiempo con la familia. El año pasado, el día mi cumpleaños hubo una sesión muy larga, mi familia estaba esperándome para comer y llegué después de las 23 horas.

-¿Las nenas también naturalizaron el tema de la silla?
-Sí. Para los chicos, la naturalidad con que toman la silla de ruedas es diferente de la de los adultos. Ellos siempre me preguntan por qué estoy en silla, y yo les digo la verdad, que tuve un accidente y no puedo mover las piernas, y se olvidan del tema. Tengo quince sobrinos sólo por parte de mi familia, más los de mi mujer. Para ellos soy el tío que puede hacer algunas cosas y otras no, igual que para mis hijas. Lo que trato de ser es un papá presente, un tío presente, un hijo presente. Cuando tuve el accidente, al tiempo un amigo me dijo “la vida se vive mordiéndose los labios, con mucho tesón tratá de sacarle todo el jugo”. Y eso es lo que hago.


LEA NOTA COMPLETA EN LA EDICION Nº 412 DE REVISTA LA TECLA

Fuente :http://www.latecla.info/4/nota.php?nota_id=45518

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